¿QUE ES LA DEUDA PERPETUA?

La deuda perpetua es un tipo de deuda que carece de fecha de vencimiento o reembolso. Es decir, el prestatario puede devolver el dinero cuando considere oportuno, aunque tendrá que seguir pagando intereses hasta que haya reembolsado todo el crédito. Como esta deuda no tiene fecha de finalización, la única forma que tiene el acreedor de recuperar su dinero es vendiendo la deuda en el mercado, donde pasa a manos de un nuevo acreedor, que lo será hasta que vuelva a vender la deuda o el prestatario complete el pago. 

Las deudas perpetuas conllevan un alto riesgo para los acreedores, pues si la única manera de recuperar el dinero es vendiendo la deuda en el mercado, donde los precios varían, es posible que la deuda acabe vendiéndose por debajo de su precio. Además, el acreedor también asume el riesgo de no saber cuándo va a devolver la deuda el prestatario. Para contrarrestar este riesgo, las deudas perpetuas se pagan con un tipo de interés más elevado que el del precio de mercado.

Los riesgos que conllevan las deudas perpetuas han hecho que no sean muy habituales en la actualidad. Lo más común es que se emitan en situaciones de crisis, donde el acreedor es un Estado y el prestatario una empresa. De esta manera, el Estado ofrece liquidez a la empresa en tiempos de dificultades económicas, permitiéndole devolver el crédito cuando se haya recuperado. Recientemente, la crisis provocada por la pandemia de coronavirus ha vuelto a traer a debate la utilidad de las deudas perpetuas. En el marco de las negociaciones del fondo de recuperación de la Unión Europea, con el que se buscaba ayudar a los países miembros más afectados, el Gobierno español propuso que los créditos otorgados a estos países se financiara con deuda perpetua y común para toda la UE. Esto supondría dos novedades con respecto a la deuda contraída durante la crisis de 2008: ahora sería la UE la que emitiría bonos comunes y sin fecha de vencimiento, lo que facilitaría mucho que los Estados pagaran su deuda. Sin embargo, la propuesta española no prosperó, ante la oposición de otros miembros como Países Bajos, que no estaban dispuestos a asumir el riesgo de una deuda perpetua, y ante las dudas sobre si este tipo de deuda serían suficientemente atractiva para los inversores.

Fuente. EOM

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